lunes, 14 de octubre de 2013

Cuando las palabras vuelan y el olvido las sigue


Las palabras no sirven para nada. Los números son más capaces de contar el horror, pero pronto servirán para medir el olvido. Es difícil escribir sobre la tragedia de Lampedusa, naufragio tras naufragio, víctimas apiladas, la fragilidad de los cuerpos vivos y muertos, hileras de ataúdes, familias que no volverán a saber que fue de sus parientes...que se hicieron camino a través del mar en busca de una vida mejor.

Las palabras no sirven para mucho, pero ellos escogieron las suyas con cuidado. Claro que eso fue antes del segundo naufragio, cuando un destino airado, decretó un nuevo desastre, y más muertos, más vivos casi muertos, más gestos solemnes, más ataúdes, más funerales...

La insoportable trivialidad de tantas muertes acumuladas no va a cambiar ni una coma de la legislación comunitaria. La reacción podría limitarse a subvencionar la destrucción de pateras en los países del Magreb donde se localizan los puertos de salida. Eso es todo lo que Europa da de sí. Se han pronunciado muchos discursos, pero ni una sola palabra de compasión sincera, más allá de los sobrecogedores lamentos de los habitantes de Lampedusa. Se diría que les interesa aclimatarnos a un horror sistemático, extranjero, eso sí, pequeño, exótico, lejano. Lo malo es que no sería la primera vez. Lo peor, que nunca ha sido demasiado difícil conseguirlo.

El olvido es algo que llegara, que la memoria en tragedias como esta es temporal, que nadie sabe hasta donde llega la desesperación de una persona para tener que subirse a un "barco" y dejar todo lo que había sido tu vida hasta ahora...que miles de personas han encontrado la muerte cuando lo que buscaban era un vida mejor...personas que tenían una vida y que como todos merecían vivirla con dignidad.


  












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