Cuando las palabras vuelan y el olvido las sigue
Las
palabras no sirven para nada. Los números son más capaces de contar
el horror, pero pronto servirán para medir el olvido. Es difícil escribir sobre la tragedia de Lampedusa, naufragio tras
naufragio, víctimas apiladas, la fragilidad de los cuerpos vivos y
muertos, hileras de ataúdes, familias que no volverán a saber que
fue de sus parientes...que se hicieron camino a través del mar en
busca de una vida mejor.
Las
palabras no sirven para mucho, pero ellos escogieron las suyas con
cuidado. Claro que eso fue antes del segundo naufragio, cuando un
destino airado, decretó un nuevo desastre, y más muertos, más
vivos casi muertos, más gestos solemnes, más ataúdes, más
funerales...
La
insoportable trivialidad de tantas muertes acumuladas no va a cambiar
ni una coma de la legislación comunitaria. La reacción podría
limitarse a subvencionar la destrucción de pateras en los países
del Magreb donde se localizan los puertos de salida. Eso es todo lo
que Europa da de sí. Se han pronunciado muchos discursos, pero ni
una sola palabra de compasión sincera, más allá de los
sobrecogedores lamentos de los habitantes de Lampedusa. Se diría que
les interesa aclimatarnos a un horror sistemático, extranjero, eso
sí, pequeño, exótico, lejano. Lo malo es que no sería la primera
vez. Lo peor, que nunca ha sido demasiado difícil conseguirlo.
El
olvido es algo que llegara, que la memoria en tragedias como esta es
temporal, que nadie sabe hasta donde llega la desesperación de una
persona para tener que subirse a un "barco" y dejar todo lo
que había sido tu vida hasta ahora...que miles de personas han
encontrado la muerte cuando lo que buscaban era un vida
mejor...personas que tenían una vida y que como todos merecían
vivirla con dignidad.